Suicidio: ¿Cuestión de cobardía?

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sui

Lo más alto ha de alcanzar su altura

partiendo de lo más profundo”

Nietzsche[1]

 

Nota aclaratoria: El presente artículo no debe ser interpretado como una apología al suicidio. Su intención es permitir un espacio de reflexión en el que se discutan algunas perspectivas en aras de aportar a la comprensión de este complejo fenómeno.

 

Polémico y enmarañado; Dos términos ineludibles a la hora de hablar sobre la causales que abrazan el fenómeno del suicidio a pesar de ser una práctica de vieja data dentro de la historia de la humanidad[2]. Dicho ello, cabría preguntarse: ¿por qué hasta nuestros días persiste la negativa a deliberar de forma amplia y concienzuda al respecto?, ¿en qué residen los apelativos desdeñosos   para referirse al suicidio?. Estos y otros interrogantes seguramente no poseen una respuesta única  que solvente la discusión, sin embargo, lo que si podríamos arriesgarnos a afirmar es que las condiciones actuales, es decir las que impone el sistema capitalista, están íntimamente ligadas a la  expresión contemporánea del suicidio.

En clave a este debate proponemos partir de dos presupuestos fundamentales para comprender nuestra línea argumentativa: en primera medida, ubicar el fenómeno del suicidio como una práctica inseparable de las condiciones sociales, políticas, económicas y culturales que rodean a un sujeto, y por tanto, imposible de concebir desde una mirada subjetivista que otorga la totalidad del peso explicativo a los criterios de la voluntad personal. Paralelamente, nuestro segundo presupuesto consiste en señalar que los juicios peyorativos sobre el suicidio recaen en la transgresión que implica esta práctica a lo que denominamos como “la Santísima Trinidad del Paradigma Autoritario de Occidente” compuesto por: el Cristianismo, la Ciencia y las Mercancías.

En efecto, resulta inverosímil tratar de comprender el fenómeno del suicidio al margen de las condiciones sociales que le rodean, al respecto, una idea de ello nos provee el aún controvertido debate sobre el suicidio en los animales[3]. Así pues, las posturas sobre este asunto pueden agruparse en dos grandes grupos: uno que señala que los animales no pueden suicidarse   puesto que  implicaría voluntad y/o decisión de hacerlo, cuestión que, sólo es posible a través de la razón lo cual es una facultad exclusivamente humana, de otra parte, una segunda postura afirma que si bien los animales “no deciden”  en términos humanos quitarse la vida, lo que si es plausible observar es que en algunas oportunidades especies animales desarrollan comportamientos que les llevan a morir en respuesta a un factor externo tal cual y como sucede con las abejas que pican para defenderse y posteriormente mueren, o, los delfines que dejan de respirar al ser confinados en piscinas pequeñas[4]. A partir de lo anterior se hace evidente que aunque no existe un consenso que permita resolver la polémica de forma definitiva en este momento, lo cierto es que el factor de la influencia que ejerce el medio sobre un ser vivo resulta crucial para comprender las causales que le llevan a quitarse la vida  independientemente de que sea un ejercicio “voluntario” o no.

Consecuentemente, la estrecha relación entre la práctica del suicidio y las condiciones del medio no es exclusiva de los animales, también, se hace manifiesta en los seres humanos. Indicativo es el caso de muchas culturas indígenas en América que durante el proceso de colonización perpetrado por los europeos caracterizado por toda clase de vejámenes  recurrirán al suicido colectivo “para impedir que su raza sea humillada y sometida sangrientamente. Es un mecanismo de defensa y autoafirmación de su propia cultura, que indómita y digna resiste las humillaciones y persecuciones”[5]. Este caso que resulta ilustrativo acerca de la influencia del medio social en la práctica del suicidio nos da luces sobre su censura en la historia como haremos referencia a continuación.

Uno de los principales referentes sobre la desaprobación de la práctica del suicidio históricamente ha sido el cristianismo. La razón de ello estriba en el ejercicio de poder conferido a la noción de vida. En efecto, desde el dogma cristiano es la figura de dios quien posee la voluntad y la facultad de otorgar la vida, de allí se desprende que su “materialización” es la manifestación del poder de dios en el mundo terrenal. Y no podría ser de otra manera, ya que el cristianismo al sustentar su entramado filosófico en la autoridad de un ser divino, construye los juicios de valor junto con las prácticas que le son propias a partir  de su voluntad. Véase pues a manera de ejemplo el famoso versículo de la biblia que señala: “Lo que Dios ha unido, ningún hombre lo separe”[6] .Visto desde esta óptica, la persona que decide suicidarse niega a la figura de dios como rectora sobre la vida, y por tanto, la autoridad emplazada en la imagen divina que es al mismo tiempo el sustento del paradigma cristiano. El suicidio saca el concepto de la vida de la noción celestial para situarle en el mundo terrenal, y de paso, al negar la supremacía de dios niega al dogma cristiano en su propia base.

Pero el suicidio no solamente niega la autoridad del canon religioso, también lo hace frente al paradigma de la ciencia occidental, especialmente, en la convergencia de la Medicina con el Derecho. Si bien ambas disciplinas aceptan la interrupción de la vida de una persona, esta práctica sólo es aprobada cuando una persona padece una enfermedad incurable y la autoridad médica así lo avala bajo una serie de parámetros, esto es, lo que comúnmente se conoce como eutanasia. Para el caso colombiano se ha dado una transición al respecto: en primera medida, el código penal en su artículo 326 hablaba de la figura de “Homicidio por piedad” el cual definía como “El que matare a otro por piedad, para poner fin a intensos sentimientos provenientes de la lesión corporal o enfermedad grave o incurable”[7] otorgando una pena que oscilaba entre los 6 meses y los tres años a quien lo practicase. Sin embargo, tendría modificaciones a partir de la sentencia C-236 de 1997, T-970 de 2014 y la Resolución 1216 de 2015, en las que de manera sintética, se acepta la interrupción de la vida de forma asistida con beneplácito de la autoridad médica exonerando de perjuicios penales.

Así pues, aunque esta práctica conciba la muerte voluntaria como una posibilidad, no deja de estar atada a un parámetro de autoridad: en este caso la médica como se señaló anteriormente. Por tanto, el ejercicio voluntario de interrumpir la vida  de una persona queda limitado a las consideraciones de un agente externo, que en el binomio medicina/derecho,  tipifica las condicionales para hacerlo basándose en criterios ligados al orden de lo biológico -enfermedades incurables y/o “estados vegetativos”-. En últimas, noción aunque progresista en comparativa con el paradigma religioso del cristianismo, continua erigiéndose por encima del individuo descartando de tajo otras posibilidades que este pudiese asentir  al momento de considerar o no la continuidad de su vida, en ese sentido, son el Estado y la academia científica otra autoridad que a través de la práctica se opondrá al suicidio.

Otro de los discernimientos al respecto proviene del mundo de la fetichización de las mercancías[8], que tendrá como agravante, la hipocresía con la que se referirá al vínculo existente entre el capitalismo y el suicidio. Caso emblemático el de la compañía Foxconn –que trabajará para empresas como Apple- quien prohibió a su empleados como parte de las cláusulas trabajo el hecho de suicidarse[9], asumiendo posturas fariseas sobre la preocupación que supuestamente generaba en sus directivas la creciente oleada de muertes de sus trabajadores en estas circunstancias. Engañosa postura que busca ocultar las pésimas condiciones laborales a las que son sometidas miles de personas, y que seguramente, influyeron de forma decisiva en la determinación de algunos trabajadores para quitarse la vida.

Lo anterior nos permite evidenciar   que el supuesto desvelo de los capitalistas son lágrimas de cocodrilo, porque su preocupación lejos de ser la vida de sus empleados, reside en la pérdida de mano de obra para acrecentar su capital. En ese sentido, el suicidio aparece como una afrenta a la autoridad de las mercancías quienes en el mundo del capitalismo contemporáneo determinan las relaciones sociales, de lo cual se deduce, que sea de forma consciente o no, el suicidio en algunas oportunidades adquiere connotaciones de resistencia a diversas formas de explotación.

Aunque de forma inmediata quizás no se haga evidente la conexión, el suicidio del  joven Sergio Urrego, de tan sólo 16 años,  aparece a manera de correlato en clave a lo dicho anteriormente. Esto se hace expreso al remitirse a las misivas que dejó Urrego a sus amigos y familiares[10] antes de quitarse la vida o algunas de sus interacciones en la internet[11], en las que, a pesar de los diversos motivos que acompañan la decisión de su suicidio llama la atención que todos ellos giran en torno a las condiciones sociales que le rodean. En particular,  el caso de la presión de la que era objeto en su colegio al hacerse de conocimiento publico sus inclinaciones sexuales y afectivas. Ahora bien, aunque la discriminación no nace con el  capitalismo su persistencia ha tendido a propagarse y ahondarse en la medida que se configura un sistema, que pese a los hipócritas llamados a la diversidad, se cierra normativamente a todo aquello que resulta divergente. Por ello, el suicidio de Sergio Urrego debe ser interpretado como una manifestación de rechazo a los condicionantes de una sociedad que niega de tajo el ejercicio de la autodeterminación.

Después de este breve recorrido en el que se buscó  razonar sobre algunas de las tensiones que se ciñen sobre la práctica del suicidio se hace evidente la necesidad de ahondar en sus elementos analíticos superando las explicaciones cortas y simplistas que le refieren  despectivamente en la cobardía o el desvarío.  El suicidio entonces, constituye un asunto de interés colectivo puesto que más allá de su censura o promoción, nos vincula de múltiples formas y su reconocimiento en la dinámica social es un primer paso en su comprensión, más aún, en un contexto en el que  a partir de la evidencia la relación entre el suicidio y la lucha de clases pareciese indisoluble.

 

 

 

 

 

 

 

 

[1]    Nietzsche,F. Así habló Zaratustra.

[2]    Ver al respecto : http://www.revista.unam.mx/vol.6/num11/art110/art110-3c.htm

[3]    Para ubicar en el debate puede consultarse “Cuando un animal decide dejar de vivir. Suicidio e indefensión aprendida” Disponible en: http://www.eldiario.es/caballodenietzsche/animal-decide-suicidio-indefension-aprendida_6_589051101.html

[4]    Ibid.

[5]    VEGA,Renán. CASTRO,Luz Marina. NÁJERA,Isamel. RODRÍGUEZ,Clara Ines. 12 de Octubre de 1492.¿Descubrimiento o invasión?. Comité Pedagógico de la Campaña Autodescubrimiento. Bogotá.Colombia. (1988). Pp 46-47

[6]    La Biblia. MATEO 10:4.

[7]    Sentencia C-239/97. Ubicado en: http://dmd.org.co/pdf/sentencia-c-239.pdf

[8]    Para profundizar en el concepto remitirse a la obra de Karl Marx “El Kapital”.

[9]    Ver al respecto:  https://www.wayerless.com/2011/05/empleados-fabricantes-de-la-ipad-tienen-prohibido-suicidarse

[10]  A manera de ejemplo: http://caracol.com.co/radio/2015/09/04/judicial/1441344388_890862.html

[11]  Ver al respecto: http://www.eltiempo.com/archivo/documento/CMS-14510915

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