Ecocidio

¡Defendemos la vida! ¡Protajamos el Humedal El Salitre!

Minientrada Posted on

Vídeo Reportaje sobre los peligros que se avecinan en el Humedal «El Salitre» a raíz de las intervenciones recreativas adelantadas por la administración Distrital.

 

S.O.S: NUESTROS NEVADOS EN VÍA DE EXTINCIÓN

Minientrada Posted on

nevados

Este texto está dedicado a todas aquellas personas que sienten el mundo, que lo viven e intentan transformarlo cotidianamente con acciones que permitan la armonía entre seres humanos y a su vez, con la naturaleza. También, está dirigido a las nuevas y actuales generaciones, como las últimas que tendremos la oportunidad de embellecer nuestra mirada con aquel hermoso paisaje que llamamos hoy glaciar. A nuestros Andes, porque gracias a ellos podemos aún reconocernos hijos e hijas de la montaña, pero no de cualquiera, sino de una de las cadenas montañosas más bellas del mundo que con su espléndida altura nos permite hoy conocer su variedad climática, y su diversidad de fauna y flora que, sin duda alguna, se convierten en enseñanzas incomparables.

 

Son pocas las personas afortunadas de tocar y presenciar la nieve, tal como no la muestra la naturaleza en los picos más altos del mundo; sin embargo, son formas de relieve que, aunque alejadas de la conciencia de muchas, son generadoras de vida, lugares sagrados para nuestros antepasados y comunidades indígenas que conviven en lo alto de las montañas nevadas. Todas conocemos de su existencia, pero pocas entendemos su importancia.

Los nevados tal como los conocemos en la teoría, se formaron durante la última glaciación hace más de 12 mil años, tienen un valor cultural y espiritual incalculable y son generadoras de identidad, como en nuestro caso, con los Andes. Hacen parte de nuestra historia y cumplen además con la función de convertirse en fuentes de agua, en Colombia, por ejemplo, proveen de este recurso a las cuencas de los ríos Magdalena y Cauca; de igual forma, contribuyen en el mantenimiento de páramos – especialmente con la regulación de su temperatura – bosques altoandinos y otros ecosistemas. Países como Perú, Ecuador y Bolivia dependen de los glaciares para disponer del agua –dulce- para la realización de importantes actividades como la agricultura y la ganadería. Sin embargo, con el paso del tiempo y la acción desenfrenada del ser humano, especialmente de quienes están en la cabeza de las grandes empresas multinacionales, han ido convirtiéndose en los responsables de una de las catástrofes ambientales más graves de nuestra historia: La desaparición de los glaciares en el mundo.

En esta oportunidad, haremos especial énfasis en los glaciares colombianos, de los cuales hasta el día de hoy han ido desapareciendo de manera exponencial. Colombia en 162 años ha perdido el 84% de su masa glaciar, una noticia trágica que fue sustentada el pasado 17 de Julio por el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales de Colombia (IDEAM), en el que se pone en evidencia el estado crítico en el que se encuentran los nevados colombianos al afirmar que tan sólo en unos 30 a 40 años, la totalidad de estos desaparecerán por completo de la faz de la tierra. En efecto, su desaparición paulatina demuestra esta afirmación: En el año 1940 desapareció el Volcán Nevado Puracé, ubicado en Cauca y Huila; en 1948 el volcán- nevado Galeras en Nariño junto con el Soratá ubicado en el Cauca y Huila; dos años más tarde (1948) desaparece el volcán Chiles en Nariño, y una década después (1960), los volcanes Pan de Azúcar en Cauca y Huila y el Volcán del Quindío en Risaralda, Tolima y Quindío1 compartirían su nefasto destino. Esto quiere decir, que el estado de coma en el que se encuentran seguirá manteniéndose en el tiempo como un hecho inminente de continuar las nocivas prácticas humanas sobre el medio ambiente, con particular responsabilidad, de empresas multinacionales y agentes del capitalismo mundial.

La apreciación cultural y social de los glaciares, para las comunidades indígenas a lo largo y ancho del territorio nacional como internacional, da una interpretación de hechos históricos y vivenciales, convirtiéndose en lugares sagrados, en dónde nace o se desarrolla la vida o parte de ella, en donde la ofrenda, el ritual y el respeto, parten en la necesidad de agradecer y preservar los espíritus que allí se encuentran, dadores de vida. Hoy, un claro ejemplo, de lo anteriormente mencionado, son los usos y costumbres que se tiene alrededor de la Sierra Nevada de Santa Marta, para los cuatro pueblos allí presentes: Kogui, Kankuamo, Wiwa y Arhuacos; los cuáles, comparten el mismo inicio de la vida y apreciación cultural hacía los sitios sagrados de alta montaña, denominándola así, como el corazón del mundo, por su gran energía vital. Estos pueblos, recientemente, han logrado sentar al Estado colombiano, delimitando “legalmente” los sitios sagrados con la Línea Negra: delimitación donde se prohíbe la extracción de recursos naturales, deforestación, presencia de asentamientos poblacionales e infraestructura vial, con el fin de preservar sus lugares sagrados, provenientes de sus antepasados y de la autodenominada “Ley de Origen”.

Por otro lado, se encuentra la comunidad U´wa en la Sierra Nevada del Cocuy, la cual, habita en zona de alta montaña, resistiendo a la extracción de petróleo por parte de Ecopetrol2; peleando contra el turismo liberal de Parques Nacionales Naturales, los cuáles, están destruyendo la vegetación.

Así es que, los glaciares, son muestra de un conglomerado cultural y vital para comunidades, pueblos y naturaleza en general, pues, la preservación, cuidado y agradecimiento a éstos, conlleva a una armonía con los espíritus cuidadores del territorio, que lleva a seguir caminando el Orden del Todo.

A Colombia hoy le quedan seis nevados, de los cuales, la historia al parecer no será distinta a los anteriormente mencionados, pues el área nevada de Colombia se reduce a un vertiginoso ritmo de 3% cada año. Los sobrevivientes son: Nevado del Ruiz, Santa Isabel, Sierra Nevada de Santa Marta, Sierra Nevada del Cocuy, Nevado del Tolima y del Huila. Casi con exactitud puede predecirse que Santa Isabel va a desaparecer en los próximos 10 años; el Nevado del Tolima en el 2030; la Sierra Nevada de Santa Marta en el 2040; y, el último, El Cocuy, en el 2050.3

Por su parte, el Nevado de Santa Isabel, llamado por los Pijaos, Quimba, Carrapas, Chibchas y Quindúes como Poleka Kasue, expresa la hecatombe ambiental en curso ya que su capa glaciar se derrite de manera acelerada de 1cm al día. Su glaciar, que se extendía por 27 kilómetros cuadrados en 1850, se ha reducido en un 90 por ciento. Esa extensión disminuyó hasta los 5 kilómetros cuadrados en la década de los 90. Hoy tiene apenas 2,59 kilómetros cuadrados, un promedio de pérdida de 16 a 19 metros por año.4

El nevado del Ruiz, llamado Kumaday conforma, junto al de Santa Isabel y el Tolima, el grupo de nevados del país donde más se evidencia el calentamiento global en el llamado Parque Nacional Natural de los nevados. Según el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam), le quedan menos de 10 kilómetros cuadrados de glaciar (tenía 47 kilómetros cuadrados en 1850) y cerca de 20 años. 5

Para el caso del Nevado del Tolima, hoy quedan 0,8 kilómetros cuadrados, de los 8 kms que tenía inicialmente afectando gravemente las actividades agrícolas, ganaderas e industriales de Ibagué, Cajamarca, el Espinal, Rovira y parte de Flandes. No es menos triste el caso de la Sierra Nevada del Cocuy, la cual, está perdiendo su condición de Sierra Nevada, esto quiere decir, que es una cadena montañosa unida por la nieve en cada uno de sus picos. Sin embargo, hoy se puede observar que estos picos de nieve están ya separados unos de los otros a causa del descongelamiento. El Cocuy tenía 148 kilómetros cuadrados en 1850 y pasó a 35 kilómetros cuadrados en 1990. Hoy, solo tiene menos de 17 kilómetros cuadrados de nieve.

En síntesis, según el estudio publicado por el Ideam, muy pronto los demás nevados correrán la misma suerte de otros ya extintos. Las escandalosas cifras así lo muestran: El volcán nevado del Huila de 1850 al 2010 tuvo una pérdida del 71 por ciento de su área glaciar, el volcán nevado del Tolima un 91 por ciento, mientras que el volcán nevado del Ruíz redujo su masa en un 40 por ciento en solo 17 años, después de que en los años 50 sirviera de escenario deportivo para los esquiadores; la Sierra Nevada del Cocuy que en 1850 tenía en sus cumbres el 43 por ciento de los glaciares colombianos, se ha disminuido poco más del 89 por ciento, la Sierra Nevada de Santa Marta presenta una pérdida de un 91 por ciento; y el volcán nevado Santa Isabel hoy cuenta con menos de 1,8 kilómetros cuadrados.6

Después de esto, queda la sensación de tristeza y amargura, al pensar que uno de los paisajes más hermosos del mundo, proveedores de vida, está al borde de su extinción absoluta e irreversible. Somos las presentes generaciones quienes tenemos la fortuna de vivirlo y tal vez palparlo; pero también seremos las generaciones que seguramente verán su desaparición. Tenemos en nuestras manos nuevas interpretaciones del territorio, nuevos métodos de enseñanza para demostrar a las futuras generaciones el gran valor que tienen los nevados en el mundo; por tal motivo, invitamos a hacer memoria: No podemos olvidar quiénes son los verdaderos responsables de este aniquilamiento, de este ecocidio, no podemos olvidar que el uso y extracción de combustibles fósiles para la realización de automóviles a nivel mundial tiene gran parte de responsabilidad en esto, influyendo notoriamente en el cambio climático con el aumento de las temperaturas; de igual forma el turismo y la destrucción que de su mano trae, lo que ha hecho, por ejemplo, que en lugares sagrados para las comunidades Uwa en Güicán- Cocuy (Sierra Nevada del Cocuy) y para las comunidades indígenas que habitan la Sierra Nevada de Santa Marta, se cierren largos periodos de tiempo, pues la actividad turística ha sido causa del deterioro de estos territorios sagrados.

Invitamos a hacer parte de esta historia, de ser parte de las generaciones que lucharon por la preservación de estos lugares místicos, sagrados, históricos de nuestra geografía, a difundir y denunciar cada vez que sea necesario a los grandes ecocidas de este planeta, y sobre todas las cosas, a amarlos y respetarlos como parte de nuestra identidad y bastión de vida.


5 Ibid.  

 

Fenómeno del niño sin eufemismos: ¡Ecocidio capitalista!

Posted on Actualizado enn

No saben lo que valen estas orquídeas bárbaras,
muriéndose
ante el televisor de pantalla inmensa,
la videocasetera de lujo
el celular y los discos ópticos,
el kitsch irredento
en las altivas fotos familiares
de quienes conquistaron este mundo
destruyendo con su ganado y su ganancia
la misma selva condenada a morir
que hizo posibles las orquídeas.[1]

 Imagen

La situación climática que atraviesa actualmente Colombia es explicada de manera simplista y generalizada -especialmente desde las grandes cadenas de (des)información masiva- a partir de lo que se conoce como el “fenómeno del niño”. Este último, es definido por la UNGRD (Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres) como “un evento climático que se genera cada cierto numero de años por el calentamiento del océano Pacífico”[2], desde esta concepción agenciada por el binomio medios/institucionalidad, se promueve un código común que lleva a pensar que dicho fenómeno responde únicamente a los avatares de la naturaleza en los que la intervención humana nada tendría que ver, o en el peor de los casos, solo de manera parcial y moderada.

No debería extrañarnos que una explicación tan aparentemente ingenua – por no decir solapada – sea la punta de lanza de quienes desde las altas esferas del poder formulan los paliativos para enfrentar el fenómeno dejando intactos los intereses de quienes se benefician de la imposición de los modelos mineroenergético, de desarrollo urbanístico, entre otros; los cuales tienen enormes responsabilidades en las mutaciones climáticas de los últimos meses. Sin embargo, lo que si logra causar sorpresa es el progresivo abandono de amplios sectores de la izquierda de aquellas ideas y categorías en sus discursos que contribuyen a dimensionar las consecuencias de la crisis ecológica que atravesamos, asumiendo en la mayoría de los casos, posturas que escasamente condenan la negligencia institucional pero poco o nada dicen de la correlación sistémica entre la degradación ambiental y el esquizofrénico modelo de consumo capitalista imperante.

De tal manera que consideramos fundamental retomar el concepto de crisis civilizatoria[3] como punto de partida para leer el contexto en el que nos desenvolvemos, ya que solamente bajo una mirada amplia y radical podemos acércanos a entender la complejidad del problema que nos atañe, y a partir de allí, buscar las salidas que nos permitan superar el atolladero en el que nos encontramos. En ese sentido, la importancia de acudir a esta noción no aparece como capricho apocalíptico como suelen sugerir los promotores del desarrollo sostenible entre otros crápulas defensores del status quo, por el contrario, son los mismos acontecimientos como la contaminación de las fuentes hídricas, la crisis alimenticia, la producción de energías eventualmente peligrosas como lo es la nuclear, la depredación de bosques y reservas naturales, la destrucción de la capa de ozono manifiesta en el cambio climático, y en definitiva, una larga lista de conductas supremamente nocivas que caracterizan en la actualidad la forma de relacionarse de los seres humanos con su entorno. Ello es producto de un paradigma social que hace culto de manera vulgar a la razón instrumental, el mito del progreso y el fetichismo de la mercancía, es decir, que podríamos hablar de una razonamiento que parte de la lógica del capital, acercándonos cada vez más, a un punto de no retorno en el que se encuentra en juego las posibilidades de vida en nuestro planeta.

Visto de esta manera, es posible señalar que:

la crisis ambiental de nuestro tiempo ha sido producida por el modo de producción capitalista, esencialmente debido a su carácter mercantil encaminado a producir no para satisfacer necesidades sino para incrementar la ganancia individual. Este hecho, aparentemente elemental, que rige el funcionamiento del capitalismo constituye la base del agotamiento de los recursos naturales, expoliados hasta un ritmo nunca antes visto en la historia de la humanidad, al mismo tiempo que produce desechos y contaminación de manera incontrolable. Desde este punto de vista el capitalismo tiene dos características claramente antiecológicas: la pretensión de producir de manera ilimitada en un mundo donde los recursos y la energía son limitados; y originar desechos materiales que no pueden ser eliminados – cosa imposible en concordancia con las leyes físicas – y que deben ir a alguna parte, lo cual supone exportarlos a los países más pobres de la Tierra.[4]

Sobre este último aspecto es necesario hacer hincapié que la depredación medioambiental también posee un claro sello de clase. En consecuencia, si bien es cierto que la crisis civilizatoria amenaza a todas las formas de vida, igualmente lo es, que sus efectos devastadores se ensañan con particular crudeza contra campesinos, indígenas, trabajadores asalariados, y en general, todas las que por la fuerza se han convertido en la paria del capitalismo; siempre vilipendiados, siempre explotados, serán los ninguneados de los que se referirá Eduardo Galeano[5]. Por tal motivo, mientras son los principales receptores de los efectos negativos del actual modelo de consumo, son a su vez, el blanco de todos los cuestionamientos ya que según el discurso de la tecnocracia ambiental, son los pobres los culpables del deterioro del entorno, y por ende, los llamados a cambiar sus hábitos de vida , ¡como si fueran las personas de a pie las que gastan toneladas de agua en la extracción de minerales, talan indiscriminadamente miles de hectáreas para el negocio de los monocultivos o fuesen responsables de las desproporcionadas emisiones de los gases de efecto invernadero!.

Cabe resaltar a su vez que lo señalado anteriormente también se reproduce a nivel micro y cotidiano. Así pues, evidenciamos como se promueve un consumo desaforado entre los sectores populares de la población que ante la arremetida mediática les arrincona frente a unos valores y prácticas mercantiles, haciendo que en muchas ocasiones, prefieran disponer de un gran televisor de última tecnología, antes que mitigar un problema real como lo puede ser la vivienda, la alimentación o el estudio de sus familias.

Semejante chapucería empieza a caer por su propio peso haciendo mella dentro de la institucionalidad como se puede ratificar con la reciente renuncia del que era ministro de Minas y Energías, Tomás González, quien declinó de su cargo asumiendo la responsabilidad ante los desatines para afrontar la actual crisis energética[6] – aunque nada de raro sería que los verdaderos motivos de su renuncia tengan que ver con la investigación que le involucra junto a su esposa[7]-. Sea cual fuere el motivo, lo cierto es que esta jugada política resultó ser el típico lavamanos del sicario presidencial Juan Manuel Santos, que con los balbuceos demagógicos que le caracterizan, declaró ante los medios la necesidad profundizar las medidas frente al fenómeno del niño, ya que según datos del IDEAM (Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales de Colombia) la reserva de agua del país en sus embalses oscila entre el 28% de su capacidad total[8]. El anuncio del presidente estuvo acompañado de una fotografía publicada en su cuenta de Twitter en la que se aprecia a funcionarios en la casa de Nariño trabajando con las luces apagadas acompañados únicamente del destello de una vela como muestra de su compromiso inquebrantable con la salud medioambiental. ¡Cuando la oligarquía se compromete con el cinismo se lleva todas las medallas!.

Como un patético festín tendríamos que describir la actual situación del país si tenemos en cuenta que los bombos y platillos con los que hace unas semanas se promocionaba el milagro benéfico que acarrearía la venta de Isagen a precio irrisorio, fueron acallados ante la paradoja de los hechos cuando se hizo pública la decisión del gobierno nacional de comprar energía a su homologo ecuatoriano[9] como parte de las medidas para afrontar los efectos del fenómeno del niño. Paralelamente, las noticias que llegan desde otros puntos de la geografía nacional son igualmente desoladores: “Más de 15.000 personas están sin agua en Carepa, Antioquia”[10], “Declaran calamidad pública en 17 municipios de Santander”[11], “Zambrano, un pueblo bañado por el río Magdalena, se muere de sed”[12], entre otros titulares, que dejan en evidencia la envergadura de la crisis que abordamos.

Sin embargo pese a lo que podría llegar a pensar, ni los grandes centros urbanos escapan a los efectos del accionar medio ambientalmente irresponsable de la estupidez tecnocrática. Vale la pena recordar entonces que el mes pasado se vivió una verdadera tragedia ecológica con el incendio forestal en los cerros orientales de la ciudad de Bogotá dejando una gran cantidad de hectáreas afectadas y el sin sabor ante la posibilidad de que las fuerzas militares fueran las presuntas responsables de estos hechos[13]. Entre tanto, el tontuelo y poco agraciado cultor del concreto , el alcalde Enrique Peñalosa, no podía pasar impune ante el feriado del desastre ambiental. Este paladín del neoliberalismo – el mismo de “transmilenio hace lo mismo que un metro”[14] y “es falso que no se pueda construir sobre humedales”[15]en tan solo un par de meses nos ha demostrado hasta donde puede llegar su compromiso con el ramplón desarrollismo urbano en clara oposición a la más elemental noción ecológica. Gran revuelo causó entonces su propuesta de edificar sobre la reserva Van Der Hammen a la que prácticamente describió como un potrero improductivo, cuestión que a la postre, recibió toda serie de críticas desde diversos sectores que se han opuesto a lo que sería un acto claramente criminal en contra de la naturaleza. Las gracias del señor de los bolardos se inscriben en el marco de un Plan de Desarrollo Territorial que relaciona de manera badulaque

el concreto con calidad de vida en una ciudad atajada en su periferia por los nocivos impactos de la minería, la segregación espacial, entre otras, a la par, que su “visionario” mandatario sueña con equipararla con París o cualquier otro referente europeo solo que enclavado en el centro de esta república tropical.

A partir de todo lo expuesto, no resulta exagerado señalar que nos encontramos en medio de un verdadero ecocidio capitalista que subsume todo a los designios del dios dinero, incluida, la posibilidad de vivir. Ello es constatable en distintos fenómenos de orden mundial como ya se señaló, pero que para no ir tan lejos, tienen sus correspondientes en nuestro país principalmente en manos de la oligarquía nacional y el capital extranjero. Así pues, ningún estupor debe causar la soberbia con la que operan los gobernantes de turno quienes insisten en culpar a las mayorías explotadas de la degradación ambiental como mecanismo para ocultar las verdaderas raíces del asunto. En ese sentido, los diversos sectores en resistencia tenemos la tarea de integrar de manera transversal a nuestras apuestas el problema ecológico como vector nodal junto a las contradicciones de clase, género y etnia. Si no empezamos asumir desde el discurso y la práctica la radicalidad del problema que tenemos por delante, difícilmente podremos encontrar soluciones radicalmente distintas al modelo imperante.

La lucha por la vida es la afirmación de la vida misma.

_________________________________________________

[1]    PACHECO,José Emilio. Orquídeas
[2]    Ver al respecto: Unidad de para la Gestión del Riesgo de Desastres . Qué es el fenómeno del niño. En : http://portal.gestiondelriesgo.gov.co/Paginas/Fenomeno-del-Nino-en-Colombia.aspx
[3]    Autores como Michael Lowy, Edgardo Lander, entre otros, han desarrollado este concepto.
[4]    VEGA,Renán. Un mundo incierto, un mundo para aprender y enseñar. Vol 2. Capitalismo, tecnociencia y ecocidio planetario. Bogotá.Colombia. (2011). P 330
[5]    Ver el poema titulado “Los nadie” del autor en mención.
[6]    Diario El Colombiano. Crisis energética le costó el puesto al ministro de minas. http://www.elcolombiano.com/colombia/ministro-de-minas-y-energia-renuncio-al-cargo-AB3715222
[7]    Blue Radio. Los motivos por los que la procuraduría investiga al exministro. http://www.bluradio.com/125687/los-motivos-por-los-que-la-procuraduria-investiga-al-exministro-tomas-gonzalez
[8]    Información suministrada en emisión de Noticias Caracol (7:00 pm) . 07/03/2016.
[9]    Diario El Espectador. Colombia importará energía desde Ecuador. http://www.elespectador.com/noticias/economia/colombia-importara-energia-ecuador-articulo-618768
[10]  http://www.elespectador.com/noticias/nacional/mas-de-15000-personas-estan-sin-agua-carepa-antioquia-articulo-616327
[11]  http://www.elespectador.com/noticias/nacional/declaran-calamidad-publica-17-municipios-de-santander-articulo-616116
[12]  http://www.elespectador.com/noticias/nacional/zambrano-un-pueblo-banado-el-rio-magdalena-se-muere-de-articulo-619490
[13]  Contagio Radio. Prácticas militares habrían provocado incendio en cerros orientales de Bogotá. http://www.contagioradio.com/practicas-militares-habrian-provocado-incendio-en-cerros-orientales-de-bogota-articulo-19976/
[14]  http://www.elespectador.com/noticias/bogota/transmilenio-practica-hace-mismo-un-metro-penalosa-articulo-609448
[15]  Las2orillas. El antropocentrismo moderno de Peñalosa. http://www.las2orillas.co/el-antropocentrismo-moderno-de-penalosa/