Paro Nacional o Saludo a la Bandera

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… la huelga general no es un producto artificial, programado y decretado, sino un fenómeno histórico que se produce necesariamente en un momento determinado sobre la base de las relaciones sociales existentes. Este problema no podría ser considerado y discutido a través de especulaciones abstractas sobre la posibilidad e imposibilidad, la utilidad o la influencia dañina de la huelga general sino solamente mediante el examen de las condiciones sociales e históricas, de donde proviene ese fenómeno particular de la fase actual de la lucha de clases. Con otras palabras, se trata no de un juicio subjetivo determinado por lo que es deseable sino de un análisis de las fuentes de la huelga general desde el punto de vista de la necesidad histórica.”[1]

-Rosa Luxemburgo-

Mucho se ha hablado sobre la convocatoria que surgió hace unas semanas en las redes sociales para lanzar un inminente Paro Nacional el día 24 de Enero del presenta año. Convocatoria que algunos podrían encasillar como parte del acervo de   “nuevos métodos de lucha”, que a su vez, irían de la mano de “nuevas ciudadanías” empoderadas a través del acceso a internet en muchas ocasiones desde la comodidad de su casas. Aun así, aunque estas personas no pertenezcan al eslabón más explotado de nuestra sociedad, lo cierto es que a pesar de su condición, alcanzan a ser laceradas por el reciente paquete de medidas adoptado por el Gobierno de Juan Manuel Santos a inicios de la segunda mitad de su mandato. Lo anterior explicaría en parte de dónde surge la polémica convocatoria.

Desde un ángulo distinto, otros prefieren la interpretación según la cual estas convocatorias no son más que un impulso pasajero en algunos sectores de la clase media, que optan por pegar alaridos al son de la agenda del gobierno, es decir, solo levantan su voz de indignación cada vez que el Estado nos mete un “gol”. En consecuencia, a la venta de Isagen se responde con voces “patrióticas” cuestionando el por qué este gobierno ha prostituido la soberanía nacional a un emporio canadiense que apadrinado por Tony Blair, íntimo amigo de Juan Manuel Santos, compró por unos cuantos pesos una de las principales empresas generadoras de energía que poseían “los Colombianos”. Entre tanto, frente a la acostumbrada lucha por un salario mínimo, también se escuchan voces que se levantan para entonar las mismas frases con las que abrimos las discusiones al inicio de año: “… Todo sube menos el Salario…”. De igual manera, otros temas “menos populares” también ocupan la indignación momentánea de la que sufrimos las mismas expoliadas de siempre: La represa del Quimbo, Las discusiones entre la insurgencia y el Estado en la Habana, la reserva Van der Hammer en Bogotá, el fenómeno del niño, el aumento al IVA, el metro en Bogotá, las zonas de reserva campesina, la milenaria lucha indígena en el Cauca y un muy largo ETC….

El paro nacional o la huelga general, como lo decía Rosa Luxemburgo a inicios del siglo XX, no puede ser un producto artificial, que se nos ocurrió con el cambio de año, ni puede ser decretado por unas cuantas personalidades de las redes sociales o por esos presidentes de los sindicatos que aparecen cada tanto en los noticieros haciendo gala de frases incendiarias que llaman a las masas a una gran manifestación, pero que en términos organizativos, sigue siendo música de fondo para la trabajadora no organizada. Son llamados que se desvanecen en el aire para la mamá o el papá que está más preocupado por las lista interminable de útiles escolares de sus hijas que de salir un domingo a demostrar su indignación frente a los edificios más simbólicos del Estado colombiano.

A pesar de lo anterior, hay que insistir en ser claras frente a la necesidad de un paro nacional, el cual tome fuerza a través de procesos históricos como ha ocurrido en otras épocas tal cual como sucedió en el año 1977[2]. Lo que tiene que cambiar, es nuestra capacidad de contribuir a que este sentir sea apropiado con mayor vehemencia como para tocar las fibras de las trabajadoras que se levantan día tras día, desde las 4 am, para conseguir unos pesos que logren cubrir las necesidades y gastos que el modelo de vida que nos venden en la radio, la Tv, entre otras, imponen como única posibilidad de existir, alejándonos de aquellos asuntos que convocan a lo más sustancial de nuestro vivir.

En ese sentido, entendemos el Paro nacional como una herramienta válida para iniciar la movilización en torno a un programa de emancipación social que logre hacer tambalear los salones de discusión de la Casa de Nariño, del Club El Nogal, del Jockey Club y de otros tantos espacios físicos de poder donde los dueños país pactan los movimientos que salvaguardan sus privilegios acompañados de un buen whisky en las rocas. Empero, para lograr este objetivo debemos hacer adecuadamente todas las tareas que ello requiere, así pues, podemos afirmar que no estamos haciendo bien la tarea como luchadoras sociales si nuestra capacidad de reacción se define de acuerdo a la agenda que el Estado nos impone: ayer por ejemplo, fue la reelección de Juan Manuel Santos frente al retorno del gobierno ultraconservador de Álvaro Uribe Vélez, y lo único que se pudo hacer, fue acomodarnos a la agenda que la oligarquía más moderada y por ello más inteligente nos ajustaba. Hoy fue la venta de Isagen frente a la cual nos comenzamos a organizar y agitar semanas antes de una “subasta” que estaba definida hace mucho tiempo, mañana, podría bien ser la lucha en torno a la refrendación de los Diálogos de Paz con las FARC, o bien algo más localista, como el Plan de Desarrollo y posterior Plan de Ordenamiento Territorial de la Administración Peñalosa/VargasLleras.

“Quien se propusiese hacer de la huelga general, en tanto que forma de la acción proletaria, el objeto de una agitación preordenada, y difundiese esa «idea» para ganarse para ella, según él, poco a poco a la clase obrera, perdería su tiempo en una actividad absurda e insensata. Sería lo mismo si alguien quisiera hacer de la idea de la revolución y de la lucha de barricadas un objeto de agitación. La huelga general ha devenido hoy en día el punto central del interés vital de la clase obrera alemana e internacional, pues es una nueva forma de combate y como tal el síntoma de una profunda revolución en las relaciones y condiciones de la lucha de clases. Es una buena prueba del sano instinto revolucionario y de la viva consciencia de la masa. obrera alemana que, a pesar de la resistencia encarnizada de sus dirigentes sindicales, se gira hacia ese nuevo problema con un interés tan caluroso”[3]

Es ahora cuando se hace más que necesario leernos como movimiento social amplio, o en su defecto, si estas líneas llegasen a ser leídas únicamente por anarquistas, les invitamos a reflexionar sobre el momento en el que nos encontramos indagandonos por el papel que podríamos desempeñar frente a una situación que tiene la posibilidad de ser revolucionaria, siempre y cuando, avancemos en la toma de conciencia por parte de los trabajadores como actores principales de su propia emancipación.

Por ende, tenemos que actuar con eficacia frente al panorama que se revela ante nosotros, porque hasta para convocar un paro nacional la derecha ni corta ni perezosa nos ha sacado ventaja moviendo sus fichas, y eso, partiendo de que la iniciativa de parar este 24 de enero sea desde una posición sana de desobediencia social de aquellos que se encuentran al margen de las estructuras tradicionales, y no, como parte de la agenda de los sectores más reaccionarios de la sociedad colombiana, en cabeza del Centro Democrático. Razón por la cual podemos decir que frente a un escenario de nebulosa orientación política, esta convocatoria de indignación ciudadana, puede ser un trampolín para que la derecha tome estos espacios para promulgar sus consignas, frente a la “disidencia” en el modelo administrativo del Gobierno Santos y los Diálogos con las FARC. Será entonces la estrategia más audaz la que logre definir a que sector acumulará la iniciativa: si a la rancia clase dominante o a los intereses de quienes históricamente han sido vilipendiados en el país.

La situación se aclarará a medida que los días vayan pasando y podremos ver desde que perspectiva se juega este impulso de movilización ciudadana, de acuerdo a como se van posicionando los medios hegemónicos de comunicación, como se van perfilando los principales formadores de opinión, tanto de izquierda como de derecha.

Las cartas están sobre la mesa y el papel de las luchadoras sociales debe ser preponderante para lograr de nuevo posicionar en las discusiones con las vecinas, amigas, compañeras de estudio y trabajo, entre otras, la importancia que una huelga general o un Paro Nacional -debidamente desarrollados- , que nos permitan trazar una táctica coherente con el momento histórico que estamos afrontando y poder desarrollar una articulación que hoy en día es más necesaria y que tienda a elevar estas luchas a una verdadera situación de ruptura que transforme las míseras condiciones de existencia.

[1]                     “ANARQUISTAS, SOCIALDEMÓCRATAS Y HUELGA GENERAL – Rosa Luxemburgo” Consultado en https://www.marxists.org/espanol/luxem/1912/abril/17iv.htm

[2]             Se hace referencia al paro cívico nacional de 1977. Un importante hito histórico de la movilización social en el país

[3]                     IDEM

Salario Mínimo: lo ancho pa’ ellos, lo angosto pa’ uno!

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En medio de tamaña parafernalia mediática acompañada de cantos de sirena cargados de retórica democrática en supuestos tiempos de paz, el gobierno nacional en cabeza del presidente Juan Manuel Santos y sus esbirros de las carteras de trabajo y hacienda: Lucho Garzón y Mauricio Cárdenas respectivamente, decretaron para este 2016 un pírrico y mezquino aumento salarial del 7% dejando entrever que la tan mentada paz con la que balbucean tendrá que firmarse sin condiciones dignas para el grueso de los y las colombianas. Y no podría ser de otra forma, ya que como nos recuerda Marx(1), el salario en el capitalismo funciona inexorablemente a destajo en contravía del trabajador -plusvalor-, siendo esta condición indispensable para que unos determinados sectores puedan acumular a costa de la explotación de los demás.

El mísero aumento salarial que solo beneficia a la elite política y económica del país adquiere un matiz aún más negativo cuando se hace un análisis económico del mismo a partir la tasa de inflación, que en el 2015, fue de 6.77%, la más alta en los últimos siete años según estudios del propio gobierno nacional. Esta cifra que por sí sola no dice mucho, en realidad es clave a la hora de comprender las condiciones cotidianas de las clases explotadas de las cuales hacemos parte: Alimentos con precios por el cielo, viviendas costosísimas que hacen imposible su adquisición hipotecando el sueño de vida digna para muchas, entre otras, que asfixian a los y las trabajadoras día tras día. Igualmente, según datos tomados de una revista de alta gerencia económica adepta a los postulados económicos del gobierno resaltan estas cifras:

“Con el incremento de 6,77 por ciento en el costo de vida durante el 2015 y con el reajuste del 7 por ciento en el salario mínimo (el cual quedó fijado en $689.454) viene el aumento de arriendos, seguros, multas, entre otros.

En el primer lugar del listado de alzas, está el canon de arrendamiento de vivienda urbana el cual subirá atado a la inflación del año pasado (6,77 por ciento).

Entretanto, con el incremento de 7 por ciento para el salario mínimo se reajustaron las tarifas de comparendos, patios y grúas. Por otra parte, el Seguro Obligatorio para Accidentes de Tránsito (Soat) subirá un 7 por ciento teniendo como referente el reciente ajuste de la remuneración mínima.

Además, los peajes que están a cargo del Invías se reajustarán desde el 12 de enero teniendo presente su categoría, mientras que la tarifa de aquellos que se encuentran en manos de las diferentes concesiones se modificará con la inflación como base.

Además de los aumentos en mención, los servicios notariales y el valor de la expedición del pasaporte se incrementarán de acuerdo con la inflación. Desde el lado de la salud, los copagos y las cuotas moderadoras de las EPS también quedarán sujetas a un alza que tiene como referencia el aumento del mínimo”. (2)

De manera demagógica ante el inconformismo que ha generado el pírrico aumento, los economistas defensores de las elites criollas lo han justificado como consecuencia de los estragos generados por el fenómeno del niño , que si bien es cierto, es uno de los factores incidentes, no puede emplearse como pretexto único, ya que en realidad la matriz de la inequidad en Colombia reside en la desmedida y desproporcionada concentración de las

riquezas, la extracción y el subsecuente despojo de tierras, la especulación como método predilecto del capital financiero, la entrega desmedida del suelo/subsuelo nacional a empresas trasnacionales, la tercerización laboral, el aumento en el precio del combustible, aumento del dólar y devaluación del peso colombiano… etc. Puestas las cosas de esta manera, es clara la intención de las elites por evadir la verdadera responsabilidad que recae en banqueros, empresarios, industriales y economistas neoliberales que se sacian, cual hienas hambrientas, ante ruin panorama para la mayoría de la población. En palabras del presidente de la república: “este Gobierno es el que más ha trabajado por los más pobres. La inflación fue muy superior a la meta del Banco de la República, y eso se debió a factores temporales como el fenómeno del Niño y la devaluación. Espero que esa devaluación aminore su ritmo este año” (3). Declaraciones que no pueden hacer más que causar rabia e indignación por tamañas contradicciones que suscitan interrogantes para gran parte de la población. Imagínense: ¿Si esto es trabajar por los más pobres? ¡que tal donde no lo hicieran!.

Visto así, el panorama para este año no es nada alentador pues el rigor de la economía neoliberal y la apertura económica se deja sentir con todo su peso causando estragos devastadores que demuestran que el conflicto seguirá latente mientras continúen agudizándose las contradicciones que tendrán que ser una invitación para seguir luchando. Pues tal parece que seguimos viviendo en un país en el que impera como diría la canción vallenata de Beto Zabaleta y Emilio Oviedo: “La Ley del Embudo: lo Ancho pa’ ellos lo angosto pa’ uno”.

Este panorama nos remite a una lapidaria frase que se encontraba plasmada en un muro del centro de Bogotá –Av Jimenez con Carrera 10- donde se podía leer: “No es una crisis, es una oportunidad de Guerra”. Esta consigna podría adquirir un matiz movilizador si es asumida como una declaración de guerra al estado de oprobio que reina en Colombia. Una guerra que se nos presenta como una oportunidad de volver a tomarnos las calles, a organizarnos con las vecinas, oportunidad de parar las actividades porque esta vida de miseria a la que nos quieren condenar no es destino manifiesto. Más allá del domingo 24 de Enero como fecha escogida para iniciar un nebuloso paro nacional convocado por diversos sectores entre los que se encuentra la alta burocracia sindical que busca acaparar como es costumbre el descontento generalizado existente, debemos comenzar este año haciendo imperativa la necesidad de impulsar la lucha clasista contra la patronal en la que nosotras las trabajadoras precarizadas, tercerizadas y vilipendiadas en general, tomemos las riendas para empezar a cuestionar este sistema de miseria, muerte y exclusión, haciendo que en un futuro referirse a la explotación del trabajo asalariado sea cosa del pasado.

NOTAS:

(1).Ver al respecto: MARX,Karl. Manuscritos económicos y filosóficos de 1948

(2) Revista Portafolio. Disponible en : http://www.portafolio.co/economia/gobierno-no-revisara-el-aumento-del-salario-minimo

(3) ibid.

¡Obama! Tus lágrimas nos hacen reflexionar.

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Hace unos días se vio la imagen del presidente Barack Obama en las grandes cadenas de (des)informaciónhablando sobre los riesgos del  uso de armas por parte de civiles en los EE.UU.El acto, fue acompañado por los familiares de niñas y niños que han perdido la vida en trágicos sucesos como los tiroteos/disparos perpetrados por personas armadas. Es importante recordar que en su plan de gobierno el presidente puso este tema como uno de los principales a trabajar: el control al porte y  empleo indiscriminado de armas de fuego. Según fuentes, cada año, asesinan 30.000 personas en escuelas y establecimientos públicos1, eso, sin contar las miles de personas que son asesinadas alrededor del mundo por sus políticas imperialistas y neoliberales, o,para no ir  tan lejos, ¿cuántas personas negras asesinó la policía en los EE.UU obedeciendo a prejuicios raciales?. Ah, ¡claro!, eso al parecer no importa cuando siquiera se ha pronunciado por estos hechos que han acaecido a lo largo y ancho del país del Tío Sam.

¿Acaso los efectos de su política criminal de injerencia en otros países no conmueven a este personaje?,¿O alguna vez se ha posicionado frente al comercio mundial de armas, en el cual Estados Unidos  históricamente ha jugado un papel preponderante, instigando guerras civiles para vender armas a los bandos involucrados?.

Ahora, basta con echar un vistazo a los libros de historia, revistas,diarios, o sencillamente pasar la vista por el Medio Oriente, África y América Latinadonde el ejército gringo ha ocupado decenas de países violentamente trayendo como inexorable consecuencia la pérdida de vidas de manera enorme. Nuevamente cabria preguntamos: ¿Obama, has llorado por estas vidas?

“Cada vez que pienso en esos chicos me pongo furioso”, decía en su discurso, al recordar las pequeñas víctimas que fueron asesinadas en el tiroteo de la escuela infantil de Sandy Hook, en Newton (Connecticut), en diciembre de 2012.¿También se pondrá furioso cuando su ejército invade países para desplazar, asesinar y derrocar gobiernos contrarios a sus intereses? O cuando se es cómplice de Estados terroristas como el Israelí o el turco, entre muchos otros.

Mucho menos podemos olvidar el papel que durante décadas  han jugado los EE.UUcon su injerencia directa en el conflicto armado interno colombiano, e inevitablemente, en el recrudecimiento de la guerra allí  apoyando los grupos contrainsurgentes (paramilitares, bandas criminales) y creando un fatal terrorismo de Estado con tácticas como el denominado “Plan Colombia”. Acerca de esto, el profesor Renán Vega plantea que : “Además, el Plan Colombia, orientado a combatir el narcotráfico, tuvo un efecto secundario en la forma de lucha contrainsurgente, dado que su escenario fueron los departamentos de Caquetá y Putumayo, “mientras que los territorios en manos del paramilitarismo (desde los cuales se exporta la cocaína) no son tocados”2

Al parecer , los medios masivos de comunicación se han solidarizado y compadecido con el “emotivo” discurso de Obama. “Emotivo” por las falsas lágrimas. “Emotivo” por la hipocresía en sus palabras. “Emotivo” por ser uno de los principales terroristas. “Emotivo” por la producción hollywoodense detrás de él.

 

De esta forma, es de resaltar como la figura de un presidente “progresista” sirve como válvula de escape a los problemas  que dejo inmerso el gobierno anterior de George W. Bush, limpiar la imagen, una vieja táctica de las oligarquías alrededor del globo, tal como lo vivimos actualmente en Colombia con Juan Manuel Santos, un presidente –guardando proporciones- “progresista” que impulsa un dialogo con la insurgencia, pero que con políticas estatales y los negocios de siempre, ataca al pueblo que antes aniquilaba a punta de Bala.

 

De esta forma decimos: ¡Hey, Obama, nosotras y nosotros también estamos furiosos… y  mucho!.

¡Liberación social! ¡Nada para el imperialismo, todo para la revolución social!

____________________
1Ver al respecto: http://www.elpais.com.uy/mundo/obama-llora-control-armas-eeuu.html
2Ver al respecto: http://notibarrioadentro.wix.com/notibarrioadentro#!Entrevista-a-Renan-Vega-injerencia-de-EEUU-en-el-conflicto-Colombiano/cjds/568cbbdf0cf23ef0cf5f6069

Juventud Contracultural y lucha contra la megaminería

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Por: AxDxN. Para el Colectivo Contrainformativo Sub*Versión

 

“Termina la vida y comienza la supervivencia”

Jean Paul Sartre

 

Realizar una revisión histórica del capitalismo seguramente debe conducir a comprender que este sistema  -por esencia inequitativo y despótico-  ha logrado mantenerse durante tanto tiempo gracias a su capacidad de generalizarse a lo largo y ancho del globo terráqueo, como a su vez, por su facilidad a la hora de ajustar sus expresiones según circunstancias específicas. Precisamente, en concordancia con la articulación de estas dos premisas, el sistema capitalista está imponiendo una lógica en la cual las mercancías son el factor primario de convergencia en las relaciones humanas, sin embargo y por desgracia, sus efectos abarcan la totalidad de la naturaleza.

Así pues, la voraz arquitectura de este sistema basado en la explotación y el consumo ha consolidado una integración de la naturaleza como un recurso más para ser usufructuado. Ello a su vez, ha generado una organización social claramente injusta en la que aquellos sectores que históricamente han ejercido la dominación ahora cuenten a su favor con bienes de todo tipo, del llamado tercer mundo, el cual para rematar, es convertido literalmente en el basurero de un egoísta modelo de consumo. Lo anterior deja a la luz una cruda realidad: el capitalismo y el convivir armónico con la naturaleza son dos realidades incompatibles.

Es tan irreconciliable la esencia del capitalismo con la armonía de la naturaleza que actualmente no bastan los territorios de las potencias para responder a sus desaforados niveles de consumo, lo que a la postre les produce una pseudo justificación para explotar a los países más pobres, en los cuales, el campesinado y la población indígena  – dependientes directos de la naturaleza- sufren las peores consecuencias al ser relegados de los suelos, bienes, etc, mediante el festín de la privatización a cargo de los grandes emporios transnacionales. Agudizando de esta forma las tensiones y conflictos sociales, siendo la importación de los intereses de los poderosos el detonante de toda clase de guerras, que paradójicamente, ni las libran ellos ni tampoco se dan en sus territorios.

 

En ese sentido, vale la pena recordar las palabras de un académico del país respecto al tema:

Es evidente que el imperialismo ecológico tiene múltiples dimensiones, que ameritan ser consideradas, tanto para entender la voracidad del imperialismo contemporáneo como para organizar las luchas de resistencia y defensa de los ecosistemas por parte de todos aquellos que sentimos la naturaleza se ha convertido en el último coto de caza de la mercatilización ecocida del capitalismo mundial.(1)

 

Frente al panorama esbozado en los párrafos anteriores, desgraciadamente Colombia no es la excepción. La situación actual del país  decretada desde la altas instancias del poder se encuentra lubricada por la directriz de responder al planteamiento del presidente Juan Manuel Santos que tiene a uno de sus más grandes cimientos de plan de gobierno en lo que se conoce como las “locomotoras mineras”, apelativo asignado por este siniestro personaje a la explotación de dicho bien natural a favor de los grandes capitales extranjeros sin importar las profundas consecuencias para los y las que habitamos este territorio tropical.

Para dimensionar el tamaño del negocio minero en nuestro país a favor de los grandes capitales basta mencionar algunas cifras: en la actualidad las transnacionales dedicadas al mencionado negocio como Anglo Gold Ashanti, BHP Billiton, Drummond, o Glencore en la actualidad poseen más de 43.000 kilómetros en concesión  (el equivalente a los departamentos de Boyacá y Cundinamarca juntos) (2) para ejercer su usufructo. Por otra parte, desde el 2.004 se han entregado más de 1.536 títulos para la explotación del oro existiendo más de 7.700 en trámite en este momento (3). Tan magnas cifras concuerdan perfectamente con estudios realizados en el pasado que pronosticaban que para el 2.009 el 98% de la inversión extranjera estaría relacionada con la extracción de recursos (4). Ya se podrán imaginar de qué tipo fueron.

Que Colombia sea un paraíso para los negocios mineros de grandes capitales extranjeros no habría sido posible sin la actitud servil y sistemática de los gobiernos de turno, quienes a lo largo de la historia se han encargado de legislar a favor de dichos capitales, de tal manera que les ha resultado más rentable explotar en nuestro país que en sus lugares de origen. Según diversos estudios, las regalías que ha recibido Colombia por la explotación minera a manos de extranjeras no supera el 1% de lo que estas han ganado con sus actividades en este plano, como si fuera poco, reciben descuentos en el pago de impuestos y se encuentran casi exentas de responder por los daños ambientales. No es más sino mirar los principales municipios que sufren el extractivismo como principal fuente de empleo y “desarrollo” según los gobernantes de turno, vastos sectores del llano colombiano sufren los embates de esta forma de desarrollo, en los cuales junto con las multinacionales mineras, llegan, los paramilitares, la prostitución, el crimen organizado, la corrupción, y la reducción de los recursos naturales provistos para la supervivencia de las comunidades que de antaño se han establecido en estas zonas (5). Visto de esta forma vale la pena preguntarse ¿ En realidad ya superamos lo que se conoció como la patria boba?

Sin embargo, las consecuencias negativas no terminan ahí, ya que además de lucrarse de manera sinvergüenza con los recursos de nuestro territorio, las transnacionales acaban por modificar las estructuras económicas, sociales y culturales en donde se asientan, como bien lo expresa Juan Alberto Sánchez en las siguientes líneas:

 

Las transnacionales de la minería minan las comunidades y las dividen para reinar. Financian fiestas populares, costean las carrozas y sufragan los abalorios de las reinas del pandebono y la aguapanela; seducen a dirigentes y sobornan a burócratas; adquieren investigaciones universitarias e investigadores; compran en rebaja togas y jueces. Y mientras tanto, siembran cizaña contra los pequeños mineros, demonizan a los opositores y se valen del aval gubernalmental para deshacerse de cualquier incomodidad. (6)

 

Frente a este último aspecto mencionado por el autor, es pertinente puntualizar que la orientación dada a la normatividad para el ejercicio de la explotación minera se ha establecido de tal manera que sólo pueda ser cumplida por grandes consorcios, así, el pequeño minero aun cuando pueda sortear toda la engorrrosa normatividad, se suele ver abocado ante otra problemática: el señalamiento de auspiciar a la insurgencia, quedando a la merced de los decretos de la maquinaria paramilitar, que a razón política  económica siempre ha sido fiel a los grandes capitales extranjeros.

 

Ante tan desolador panorama, se ve afrontado el pequeño minero, el cual en muchas ocasiones se ha visto presionado para asumir este negocio como manera de subsistir, sin pensar en las consecuencias que las prácticas extractivistas generan en su propio hábitat, con claras dificultades para ejercer la actividad, huyendo del acoso del conflicto armado. Por su parte, nuestro territorio se va deteriorando de manera vertiginosa a raíz de la megaminería a cielo abierto, con aguas y aire contaminados, suelos estériles, entre otras consecuencias de carácter ambiental, como lo deja claro un artículo publicado en la revista CEPA:

“El extractivismo tiene consecuencias nefastas en el ámbito social y ambiental. En el plano social destruye y desestructura a las comunidades locales, introduce nuevos hábitos y pautas de consumo, genera una mentalidad rentística y obliga a los habitantes de un territorio a subordinarse a los intereses de fracciones minoritarias de las clases dominantes que se articulan con el mercado internacional y se apropian de algunas migajas que les deja el libre comercio. El extractivismo aumenta la pobreza, la dependencia, la destrucción de los bienes comunes de tipo natural, que replican la eterna paradoja de la pobreza y la desigualdad en medio de la riqueza de recursos. Al mismo tiempo, se destruyen a las comunidades indígenas, y las que sobreviven son incorporadas brutalmente a la lógica extractivista, como acontece en Arauca, Boyacá, los Llanos Orientales, para mencionar algunos casos”. (7)

 

Y bien, después de este breve recorrido por la situación de la megaminería en Colombia y sus impactos, nosotros nos preguntamos: ¿qué pueden hacer los y las jóvenes desde la contracultura?. La respuesta es sencilla y compleja al mismo tiempo: organizarse y luchar. Para comenzar, debemos entender que las diferencias existentes entre las diversas tendencias (punk, metal, rap, etc) no deben trascender más allá de las etiquetas, ya que es precisamente en el reconocimiento del otro como sujeto con más cosas en común que diferencias, el primer paso para la organización. En ese sentido, espacios como los conciertos entre otros, pueden ser utilizados más allá de la lúdica y la diversión, para convertirse en verdaderos espacios de encuentro y conspiración donde se creen y/o articulen iniciativas de todo tipo de claro talante propositivo y contestatario frente al histórico reto de hacerle frente a este método destructivo del capital.

También es necesario hacer todo lo posible y mucho más, en consecuencia, no basta con tener conciencia sobre la situación y limitar nuestras acciones de rebeldía a cuestiones superfluas como la estética –lógica ya totalmente regularizada por el sistema y para eso sólo basta recordar el caso de “Germán es el man”-. Tenemos entonces que ampliar nuestro circulo de acción, cuestión en la que la contrainformación es vital, y para dicha tarea, tenemos un amplio espectro para intervenir comenzando por nuestras casas, escuelas, barrios, lugares de trabajo, entre otros, Podemos utilizar para acercarnos a la gente múltiples herramientas como lo son la edición de periódicos, fanzines, poesía, música, y en general, todo aquello que nos permita vislumbrar la problemática a quienes la desconocen.

 

Todo lo anterior, tiene que estar orientado en un proyecto de mayor envergadura como es la integración de diversos movimientos y sectores sociales, con los cuales se puedan coordinar esfuerzos a lo largo y ancho de territorio nacional, y de esta manera, lograr establecer una resistencia mucho más eficaz a las tenazas del poder. Ya que luchar contra la megaminería y en general contra el extractivismo es luchar contra el Plan Nacional de desarrollo,  es luchar contra la política entreguista del gobierno, es luchar contra la lógica impuesta a escala mundial de ver en la naturaleza una mercancía más, en últimas, es una lucha contra el capitalismo.

 

NOTAS:

1.VEGA, Renán. El imperialismo ecológico. El interminable saqueo de la naturaleza y de los parias del sur del mundo. http://www.ecoportal.net/Temas-Especiales/Globalizacion/Imperialismo_ecologico._El_interminable_saqueo_de_la_naturaleza_y_de_los_parias_del_sur_del_mundo

2.SÁNCHEZ,Juan Alberto. Colombia, un país minado por el despojo minero. http://www.rebelion.org/noticia.php?id=122437

3.Ibid

4.Ibid

  1. http://elturbion.com/?p=1354
  2. SÁNCHEZ,Juan Alberto. Colombia, un país minado por el despojo minero. http://www.rebelion.org/noticia.php?id=122437
  3. Revista CEPA No. 19, Bogotá 2014

http://www.conflictosmineros.net/contenidos/10-colombia/16905-extractivismo-enclaves-y-destruccion-ambiental

La liberación de la Madre Tierra, una milenaria lucha Anticapitalista

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El tan mentado acuerdo sobre el Cambio Climático en la COP21 nos hace reflexionar sobre el acontecer de la lucha por el respeto hacia la Naturaleza contra las emisiones de Carbono de los países tanto industrializados como los llamados en “vía de Desarrollo”, reflexiones claro está, deben desembocar si realmente se quiere llegar a la medula del asunto, en asumir una postura anticapitalista como lo vienen haciendo comunidades indígenas y campesinas en el Cauca como parte del proceso de lo que han llamado la “liberación de la madre tierra”.

El acuerdo firmado el 12 de diciembre de 2015, entre palabras bonitas y frases rimbombantes se compromete a “realizar esfuerzos” para limitar el aumento de la temperatura global, por debajo de los 1.5°C, pero como es costumbre en estos tratados no se demarcó el camino para allanar esta ambiciosa meta. En consecuencia, el resultado en el cual era necesario lograr un acuerdo que incluyera las principales potencias como los Estados Unidos de América, se construyó un tratado que no tuviera implicaciones jurídicas es decir que no existirán sanciones para los países que incumplan estas metas. Por lo cual, se puede decir que estamos igual que antes que se firmara este “histórico acuerdo”.

Para concretar un pacto de esta magnitud hace falta, por supuesto, entre otras cosas, una voluntad política sobre el uso de energías renovables, además de la revisión sistemática de la emisión de carbono de todas las industrias y el cambio paulatino de energías no renovables a energías renovables. Pero más allá de esto, lo realmente significativo es un cambio sustancial en el modelo de producción, distribución y consumo que actualmente tiene el planeta lo que generaría resquemor y temor pues implica la transformación radical de las condiciones de existencia actuales trastocando los intereses de empresarios, políticos y banqueros, y hasta nuestras propias comodidades.

En ese sentido, desarrollar un cambio de estos se hace necesario mediante el análisis desde una perspectiva bastante crítica sobre el sistema capitalista y sus implicaciones en los territorios en los que nos desarrollamos, es decir nuestro contexto especifico latinoamericano, puesto que no hacemos mucho en pro de la lucha por el cambio climático, si nos quedamos parafraseando consignas venidas de contextos diferentes, mostrando videos sobre los grandes campos eólicos en Europa, o fotos que muestran la angustia de los osos polares frente al deshielo de los glaciares, ni mucho menos adoptando practicas con las que perfectamente el capital puede convivir.

Enfrentarse a las injusticias globales implica entonces enfrentarse a las comodidades que el mismo sistema capitalista genera en nuestras vidas, a partir de los beneficios que ha conllevado para el ser humano el desarrollo del actual sistema de producción y consumo desaforado. Por ello, para llevar a cabo una lucha constante frente al modelo extractivista en el cual estamos inmersos, hemos de ver las diferentes luchas que desde nuestros ancestros se han forjado en nuestros territorios. Como lo es el proceso de Liberación de la madre tierra.

Proceso de Liberación de la Madre Tierra

Asociaos, pues, de comuna a comuna; que la más débil disponga de la fuerza de todas. Además, debéis hacer un llamamiento a todos los desheredados de las ciudades, a los que tal vez se os ha enseñado a odiar, pero que es preciso amar por ser ellos los que mejor sabrán ayudaros a guardar la tierra y reconquistar lo que se os ha quitado. Con ellos os podréis lanzar al ataque contra el enemigo que os amenaza, podréis derribar los cercados, y con ellos podréis formar la gran comuna de hombres libres, donde se trabajará en concierto para vivificar y embellecer a nuestra madre tierra, y ella nos recompensará haciéndonos felices a todos”

-Eliseo Reclus-

Invisibilizado por los medios de comunicación hegemónicos, el proceso de liberación de la Madre Tierra que se viene dando en el valle geográfico del río Cauca, especialmente en los municipios de Corinto y Caloto, tiene entre sus antecedentes más importantes cuando por allá a inicios de los años 70 se inician algunas recuperaciones de tierras ancestrales rescatando el legado de Manuel Quintin Lame, hecho que convoca a los cabildos indígenas en la conformación del consejo regional de Cauca que se fundamenta en la premisa de que “indio sin tierra es indio muerto”. Ya para la década del 80 se consolidan los territorios recuperados bajo el liderazgo vital del sacerdote Nasa Álvaro Ulcué Chocué, quien fuera asesinado, por las inclementes balas del establecimiento. Suceso que precede a la incursión narco-paramilitar que se da en noviembre de 1991 con la complacencia estatal donde son asesinados 20 comuneros y comuneras. Posterior a ello y de manera fluctuante la dinámica se mantendrá hasta que en el 2005 ya no solo se habla de recuperaciones de tierra sino que estas mismas se inscriben en un proyecto a largo aliento que se conoce como “la liberación de la madre tierra”. Desde allí hasta hoy en día, se suceden varios hechos significativos entre los cuales el que reviste mayor trascendencia por los intereses que se trastocan es el acontecido el 14 de Diciembre del año 2014, en el que varias indígenas se tomaron 4 fincas productoras de Azúcar que poseen varias hectáreas dedicadas al monocultivo pertenecientes en el papel vía usurpación territorial a la multinacional INCAUCA, la cual hace parte del emporio Ardila Lulle[1]. En palabras de una indígena nasa comunera de un resguardo de Corinto, Cauca:

 “Estamos  repartidos en estas haciendas. Cuando nos asentamos fue por los incumplimientos del gobierno hacia nosotros, como consecuencia y obligación por las masacres que ha cometido. Nuestra presencia allí es para presionar al gobierno. Estuvimos pacíficamente hasta enero con personal del ingenio INCAUCA; actual dueño de las haciendas. Se les dijo que íbamos a trabajar la tierra. Ellos no podían tomar decisiones pero actuaron como puente con los dueños”.

Así pues como ya lo mencionamos, este conflicto no data desde hace un año, por el contrario hace parte de una lucha de siglos por el territorio y la autonomía de los pueblos indígenas. Remitirnos a ella tiene su razón de ser porque nos plantea grandes derroteros para el movimiento social que se enfrenta a los mismos intereses capitalistas, esta vez en forma de monocultivos, que representan los intereses de las multinacionales extractivistas que están destruyendo los territorios de comunidades indígenas, campesinas y afros.

La propuesta de tomarse las tierras que desde tiempos remotos han habitado estas comunidades se ha venido desarrollando en el marco de la colectivización de las tierras, que al igual que la España del 36, propende por un modelo de producción campesina colectiva, donde se produzca de acuerdo a la necesidad de la comunidad que explota la tierra. Estas formas de producción colectiva son la punta de lanza de un nuevo –pero milenario- modelo de sociedad, que instaure en sus habitantes prácticas más solidarias y fraternas, tanto en hombres y mujeres como en la relación con la misma tierra.

Por todo lo anterior estudiar, impulsar y desarrollar estas luchas debe ser una de las tareas para afrontar el año que viene, que pasa por entender en nuestros territorios que el proceso de “liberación de la Madre Tierra” o la colectivización de la tierra es un asunto primordial en la lucha contra el cambio climático; por ende en la lucha contra el Estado y el modelo capitalista imperante. Superar las consignas que se vienen repitiendo sin tierra fértil en nuestro contexto es una tarea a resaltar en el movimiento anarquista que venimos forjando en nuestro territorio.

[1]                     http://www.nasaacin.org/informativo-nasaacin/3-newsflash/7442-az%C3%BAcar-manchado-de-sangre-del-norte-del-cauca